Fotografía en boliches: la mejor escuela para empezar (y el punto en el que deja de serlo)

A lo largo de mi vida, nunca asistí a un boliche simplemente por hacerlo. Incluso en mi juventud, fueron pocas las ocasiones y casi siempre respondían a un motivo específico. Recuerdo que uno de mis primeros fue Lacrosse, un sitio donde ya había muchas personas conocidas y figuras del medio. No era una actividad que solía hacer.
Sin embargo, como fotógrafo, especialmente en mis inicios, los boliches fueron otra historia. Ahí sí estuve, y hoy puedo decir sin dudas que es una de las mejores escuelas de fotografía que existen para quien recién empieza.
El boliche como escuela real de fotografía
Cuando estás arrancando, necesitás práctica. Mucha. Y práctica en condiciones difíciles: poca luz, luces cambiantes, movimiento constante, gente que no posa, momentos que duran segundos. Todo eso existe en un boliche.
La gran diferencia es que hay margen de error. Entre cientos de fotos, que alguna no salga perfecta no es un problema grave. Nadie está esperando que cada imagen sea impecable, ni que cada momento sea irrepetible. Eso te permite probar, equivocarte, ajustar y aprender sin la presión extrema.
En ese sentido, el boliche es completamente distinto a otros eventos.
Cuando no hay margen de error: bodas y eventos clave
Una boda, por ejemplo, no perdona errores. Cada momento es único: el ingreso, el beso, la emoción de una madre, un abrazo que no se repite. Si algo sale mal, no hay segunda oportunidad.
En un boliche, en cambio, la dinámica es otra. Hay muchas personas, muchas escenas, muchas oportunidades. Por eso, como espacio de aprendizaje, funciona muy bien. Pero justamente por eso no se puede comparar con otros tipos de eventos más sensibles.
Posicionamiento profesional: cuando el boliche deja de sumar
Con el paso del tiempo y cuando uno empieza a posicionarse como fotógrafo de eventos VIP, moda o figuras públicas, la relación con los boliches cambia.
No porque el trabajo sea malo, sino por cómo se percibe. Me ha pasado de encontrarme con alguna Miss Uruguay o modelo en un boliche y que me diga, entre risas:
“¿Qué hacés acá?”
Ese comentario, que parece menor, dice mucho. Cuando te empiezan a identificar con cierto nivel de eventos o producciones, estar en determinados contextos puede llamar la atención y hasta jugar en contra del prestigio profesional, aunque técnicamente hagas bien tu trabajo.
Economía vs. imagen profesional
Desde lo económico, no todo es negativo. Un boliche grande puede pagar muy bien. De hecho, en algunos casos se puede ganar lo mismo que trabajando para los principales medios del país, incluso con menos días de trabajo.
El dilema no es el dinero. El dilema es el posicionamiento a largo plazo: qué tipo de fotógrafo querés ser y cómo querés que te perciban.
Por eso, muchos fotógrafos que ya están posicionados eligen dejar ese tipo de eventos, aunque económicamente sigan siendo atractivos.
No es un trabajo “fácil” ni para cualquiera
Existe la idea de que fotografiar boliches es solo ir, divertirse y sacar fotos. Nada más lejos de la realidad.
Captar la atmósfera de un boliche no es simple. Hay que saber leer el ambiente, anticipar momentos, manejar luces extremas, componer rápido y contar lo que pasa sin arruinar la energía del lugar. No cualquiera logra eso, y se nota mucho cuando alguien está ahí solo “porque es divertido”.
Una etapa válida, si sabés para qué la usás
Para quien recién arranca, fotografiar boliches puede ser una experiencia muy valiosa. Enseña rápido, exige reflejos y fortalece el criterio visual. Pero también es importante entender que es una etapa, no necesariamente un destino final.
Como en toda carrera profesional, el crecimiento implica tomar decisiones. Y saber cuándo algo suma… y cuándo empieza a restar.



